Lo más divertido
es que en mi post anterior casi que me despedía de Costa Rica... y
ahora le digo “au revoir!” Francia. Dans cette vie il n'y
a rien de définitif !
Otra vez me encuentro en
un tren... otra vez (quizá la última en un buen rato) escribiendo
un post para explicarme. Se me hace raro escribir estas líneas
sabiendo que hace poco menos de tres meses estaba feliz de la vida
porque me habían aceptado en el Instituto de Altos Estudios para
América Latina (IHEAL) de La Sorbonne Nouvelle – Paris 3.
Edificio de mi brete... |
¿A quién se le puede
ocurrir dejar la oportunidad de vivir en Francia, con un pseudo
salario (al menos hasta junio) en una excelente radio y en una
universidad reconocida al rededor del mundo? Más aún: ¿quién
piensa en dejar ir un sueño cuando todo está relativamente bien y
las condiciones al menos por ahora son buenas? Pues a mí, al mismo
que hace tres años se le ocurrió la locura de dejar Costa Rica para
venir a probar suerte a tierras francesas para cumplir un anhelo de
toda la vida.
No ha sido una decisión
fácil. Ustedes no se imaginan cuántas mañanas me levanté
debatiéndome a mí mismo sobre qué convenía más. De hecho, hoy
por hoy y para ser muy honesto, tampoco es que esté 100% seguro que
volver sea la mejor opción... Medí cada punto, le saqué los pro y
los contra y finalmente llegó la hora de tomar una decisión. Se la
ofrecí muchísimo a Dios, se la puse en sus manos y le dije que si
tomaba un camino que no estuviera acorde con Su voluntad sería
completamente Su culpa por no impedirlo... así que confiando en Él
espero que esto sea lo que Él quiere y no lo que yo quise...
Muy honestamente sigo con la interrogante de a qué vine a Europa.
Está claro que personal y profesionalmente es una experiencia única,
que me ayudó a crecer un montón como persona. El conjunto de
tragedias, vacilones, congojas, sorpresas y emociones no me las
quitará nadie. Tampoco el valerme por mí mismo, desde pagar
impuestos, resolver asuntos sanitarios, matar pulgas (¡literalmente!)
y enfrentar a mi amiga la soledad. Ya no soy el mismo y eso lo tengo
clarísimo. Me asusta un poco el luchar contra la realidad que dejé,
el quitarle la pausa a la película que estaba viendo, luego de
finalizar esta. Me “da cosa” porque ya no la voy a ver de la
misma manera. En mi casa posiblemente no me voy a sentir igual que
antes, con mis amigos (los realmente pocos que sigo considerando
amigos, porque la mayoría simplemente desapareció con mi partida)
probablemente habrá diferencias al analizar las cosas. Esto
significará un antes y un después ineludible... y bueno, ni qué
decir de Costa Rica como país... si antes estaba descontento y no
conocía la mentalidad de un país desarrollado, ahora peor. La
adaptación y la aceptación a mi “nueva vida” será sin duda lo
más duro de todo este asunto.
- “El amor es insustiuible”.
Esta fue la frase que marcó mi punto de quiebre. Fue
con ella que me dí cuenta que no podía seguir sin dar ni recibir
amor. Me vale un carajo que le suene cursi a quien sea. Es la pura y
llana realidad. Parafraseando a mi Tocayo el Grande: “Si no tengo
amor, nada soy”. Es lo mismo. Nada tan triste y gris como una vida
sin tener alguien a quién amar. Y las grandes culpables de que yo
descubriera esto fueron mi hermana y mi tía. En su visita a París,
a finales de agosto de este año, me volví a sentir amado por mi
familia, un sentimiento que ya se me hacía lejano, no porque ellos
no me quisieran, sino porque hace falta ese contacto físico. El
chinear a mi hermana, después de tanto tiempo de no hacerlo ni
sentirlo, fue como si alguien le diera un mazazo a mi corazón
endurecido por las circunstancias y por la soledad. Se rompió
totalmente. De pronto me dí cuenta de lo mucho que significa mi
familia para mí, de la exagerada falta que me hacía y de lo básicos
que son ellos para mí. Ese factor, más mis verdaderos y buenos
amigos, que siempre estuvieron ahí apoyándome, que nunca me dejaron
de lado a pesar del tiempo y la distancia, continuaron la faena (ni
hace falta nombrarlos, ellos saben quiénes son). Y finalmente, otra
pequeña razón que me reservo, pero que tal vez cuente algún día,
terminó de hacer que el árbol de mi orgullo, que parecía firme, se
derrumbara.
Iglesia de La Agonía, el único edificio que sí me abraza! |
Como me dijo el amigo de una amiga tica parisina “los
edificios no te abrazan”. Y por más “glamuroso” que sea vivir
en París (como diría un ministro por ahí), por más Torre Eiffel
iluminada, ella no te dice “bon soir”, ni los Champs Elysées
adornados para Navidad, ni la pirámide del Louvre en noche de
verano, ni los jardines de Versalles o de los Inválidos, ni la
grandiosidad de Notre Dame o majestuosidad de la Basílica de
Saint-Denis, lo cierto es que nada de eso compensa el calor de la
hoguera que dio a luz la palabra “hogar”. Nada nuevo este
descubrimiento. Lo viví en mi propia piel desde el primer “mercado
de Navidad” en Estrasburgo, en diciembre del 2009. Todo muy bonito,
muy festivo, pero sin familia, sin nadie con quién compartirlo,
termina siendo vacío y hasta banal. Dios me permitió sentir la
ausencia de mis seres queridos para valorarlos aún más. Ahora amo
mejor, eso no me queda duda, los valoro más que antes y sabré darme
mejor a ellos de lo que antes lo hacía. Y creo que comienzo a
descubrir que si Dios me trajo a Francia solo para eso, pues bien
habrá valido la pena el billete y el desgaste.
- Una situación “franco - crítica”
Se me hace muy claro que, ligado a lo anterior,
diferente hubiera sido todo si una francesilla hubiera flechado mi
corazón, pero esto nunca estuvo ni siquiera a punto de pasar. La
soledad que viví aquí en Francia pasó también por el hecho de no
tener nada que me atara. No voy a decir que no hice amigos, por
supuesto que sí. Conocí gente MUY VALIOSA a quien ansiaré volver a
ver, ya sea de visita en Costa Rica o de regreso en este país.
Personas que me ayudaron, que confortaron e hicieron las veces de mi
familia. Sin ellos jamás hubiera logrado permanecer aquí los tres
años que estuve. Dios nunca me abandonó y utilizó instrumentos en
Grenoble, Estrasburgo y París para darme fuerzas y seguir adelante.
A ellos les agradezco en el alma... pero por motivos lógicos, jamás
logran reemplazar a quienes en Costa Rica dejé.
El "ya no muy querido" Sarko |
En resumen, esto hizo que mi futuro a nivel
profesional se vea más claro en Costa Rica que en Francia o en
cualquier país de Europa. El que se vea más claro no quiere decir
que sea mejor, eso es obvio. Pero también ya me cansé de la
aventura, de jugar de mochilero de vida con mis casi 29 años. Ya es
hora de poner la bola en el zacate y analizar bien el próximo pase a
profundidad que haré... y por eso me devuelvo.
- La universidad... ¡no más!
El desgaste que me provocaron los horarios de trabajo
y de universidad fue enorme. Rápidamente me dí cuenta que si no
paraba, simplemente me iba a dar un derrame o algo por el estilo.
Salir de la Maison de la Radio (la sede de RFI) a las 2 ó 2:30am,
llegar al apartamento a las 3, bañarme y acostarme a las 3:30 y
dormirme a las 4am para levantarme a las 6:45am y estar en la U a las
8am resultó no ser muy atractivo. Y no es que no me estuviera
gustando lo que hacía en la universidad, ¡al contrario! Es súper
interesante. Pero el problema es que después de prácticamente diez
años de estar metido en aulas y hacer exámenes y exposiciones...
eso termina siendo algo bastante monótono, a lo cual hay que
agregarle la imposición francesa de su estructura mental para
explicar un conocimiento (mejor conocido como plan detaillé,
que quienes han tenido algún contacto con esta cultura conocerán),
algo así como partir un tema en tres partes que a su vez es
subdividida en otras tres partes. En resumen, todo un teorema que a
mis casi tres décadas ya se me hace pesado de integrar. La
universidad fue promisoria, sí, pero no lo suficientemente atractiva
como para amarla y darme por completo a ella. Hice algunas lecturas
mal hechas, un par de exposiciones y listo. Para terminarla de hacer,
profesores que pasaban lista, tomaban nota de las llegadas tardías y
peor aún, de las participaciones en clase... no, yo ya no estoy para
esas vainas.
Lo que me hará falta
Algo de lo que estoy muy
seguro es que, así como tuve “mal de familia”, “mal de
Alajuela” y en ciertos momentos “mal de patria”, a mi regreso
también tendré “mal de Francia”. Hay cosas que definitivamente
voy a extrañar, empezando por el hecho de caminar solitario en las
madrugadas, con la completa seguridad de que nada malo va a pasarme.
La tranquilidad de no ser asaltado en Francia es una razón que pesó
mucho en los puntos “para querer quedarme” y “para no querer
volver”. Me hará mucha falta sacar mi computadora o celular en
cualquier parte para trabajar, revisar correo o estudiar. Y estoy
seguro, me dará cólera el no poder disfrutar del derecho de usar
mis cosas, que con mi dinero ganado con mucho esfuerzo compré, solo
por el temor de que a alguien más le gusten y se las quiera dejar o
vender para conseguir droga.
Otra cosa que sin duda echaré de menos es el metro o los tranvías... los trenes en general. De adelanto se que tendré que comprarme un carrito no dentro de mucho tiempo, porque si no en Costa Rica será imposible moverme con tranquilidad y agilidad. En París u otras ciudades grandes francesas tener carro es un lujo para la gente que le gusta salir a lugares alejados; aquí perfectamente uno podría pasar la vida sin manejar, porque el transporte público es muy eficiente. Sinceramente, ¡qué pereza volver a pasar las presas de La Platina! (así, con mayúsculas, porque casi que es un personaje y una parodia de la realidad nacional). ¡Qué aburrido tener que “chuparme” el tráfico de San José, los pitos de gente que cree que su bocina va a resolver un embotellamiento! La basura en las calles por todo lado, la gente que no camina y más bien estorba en las aceras, el humo de los carros que hacen chorizos evidentes con Riteve... en fin, esas cosillas que tenemos y que nos hacen subdesarrollados todos los días.
De lo que sí me ha hecho falta: naturaleza y playa. |
Prometo volver y no perder mi libertad de expresión,
algo que conseguí en Francia y que no volveré a dejar ir jamás. No
voy a luchar por Costa Rica, porque ese país ha demostrado en
repetidas ocasiones que no quiere que nadie luche por él, que es
feliz hundiéndose (el campeón mundial en esa disciplina). Voy por
mi alegría y la de los que me rodean, a sabiendas de que será
imposible tener una satisfacción decente con el atraso que tenemos
en tantos campos, pero principalmente, en nuestra actitud mediocre,
individualista y “chiquitica”.