viernes, 31 de diciembre de 2010

El GRAN 2010

“Mira que te mando, que seas valiente y que no tengas miedo. YO Yaveh TU SEÑOR estaré contigo DONDE QUIERA QUE VAYAS”. Jos 1,9

¡Qué gran 2010! ¡Qué intenso que es atreverse a vivir! En el cierre del año pasado, porque ya es pasado y hay que verlo en ese tiempo, cuando echaba una ojeada a lo que viví, solo cabían palabras de agradecimiento en mi alma, primero para Dios y luego para la vida, que al final terminan siendo sinónimos.

Este 2010 lo disfruté, lo sufrí, lo lloré, lo amé, lo sonreí. ¡Congojas, momentos de orgullo, de frustración, de incertidumbre, de soledad! Hacer un resumen es arriesgado, porque podría dejar cosas importantes por fuera. Sin embargo, sigo con esta tradición que cumple esta madrugada ya su sexta edición, en un momento que personalmente considero mágico y muy íntimo: el alba del primer día del año.

Estoy muy lejos del lugar donde escribí mi comentario del análisis 2009. Ya no es aquella salita pequeña y medio iluminada por la pequeña lamparita, con la computadora familiar en mi casa, que más que casa es mi hogar, en El Llano de Alajuela. Esta noche me encuentro también en un lugar muy pequeño, que ni siquiera es mío, pero no por eso me siento frustrado. Simplemente estoy donde siempre quise, aunque no necesariamente donde más me gustaría estar en este momento. Pero las circunstancias obligan a que así sea y si algo aprendí en este año que acaba de concluir es que a la vida no se le debe decir que no.

Y ustedes pensarán “¡este Pablo tuvo un año impecable!”. Y la verdad es que no fue así… y como es mejor terminar las cosas con lo positivo que lo negativo, comienzo repasando lo triste, oscuro y angustiante de lo que sucedió en el 2010.

Lágrimas y pruebas

Con mi abuela, Navidad 2007.
Como en el ajedrez, la vida me cantó “jaque” dos veces. Y las dos veces muy seguidas. Comenzando el año, mi abuela se cae en una madrugada y se quiebra la cadera. Mi madre me cuenta la noticia y es clara con los riesgos de la operación infranqueable: Doña Adilia posiblemente no resista la cirugía. Dios, ¡qué desesperación y cuántas lágrimas!. A pesar de que esa señora tiene ya casi 95 años, ella es tan vigorosa que uno no la ve de esa edad. Lloré y con ganas, de la impotencia, de la tristeza, pero también de la soledad. No era posible que abue muriera estando yo tan lejos, a pesar de que desde que me vine para estas tierras sabía muy bien que así podía pasar. Para no cansarlos mucho con el cuento, ella logró superar la cirugía (el primer milagro) y con esa energía que se tiene, consiguió sobrellevar, no sin pena, tres meses de recuperación en cama, luego en andadera y por último en bastón… y según mis últimos informes ya camina distancias cortas sin ayuda de nada. ¡A sus casi 95 años, esa señora es mi orgullo!

Padre e hijo. Dicen que nos parecemos en todo,
incluso en el caracter. Creo que tienen razón. 2007.
Segundo jaque: fue un día por la tarde en Estrasburgo. Como intento hacerlo diariamente, llamo a casa para hablar con mis papás. Papi me cuenta que amaneció hinchado… y desde que lo dijo, un escalofrío recorrió mi cuerpo: “¿pero hinchado de qué? ¿Cómo?”. Nada bueno me decía eso. Los días y las semanas pasaron y él no se recuperaba. Y aunque no lo decían directamente, el tono de las explicaciones de mi madre y mis hermanos no presagiaba nada bueno. Solo Dios sabe lo que pasaba por mi mente, con qué angustia tenía que sobrellevar esos días, mezclados con mi maestría… Tener que seguir mi vida como si nada estuviera pasando, sabiendo que la cura no aparecía por ningún lado, buscando desesperadamente en cada conversación con él una luz que no se veía. Mi corazón se estremecía. No era posible, simplemente no podía pasar, no tan pronto. Seguí con detalle cada examen, cada respuesta a medicamentos, cada tratamiento… hasta que finalmente, bajo la gracia de Dios, un día empieza a deshincharse, luego como de dos meses que a mí se me hicieron dos años. Y sigue mejorando hasta que al día de hoy se encuentra casi totalmente recuperado (quedó más bien más flaco).

Ambas circunstancias, aunque terminaron de acuerdo con lo que yo quería, me sirvieron de sobre aviso: si mi máximo sueño en Francia se concreta, situaciones como estas y muchas otras más podrían llegar en cualquier momento.

El otro gran momento triste pero de mucha moraleja llegó en setiembre: mi amigo de juventud, Andrés Leandro, perece mientras surfeaba. A Andrés, allá en el cielo, le agradezco hoy que me enseñara a observar las cosas en perspectiva. Ese loco me recordó que la vida hay que vivirla mientras se pueda, porque nunca estamos muy jóvenes para morir. Dios lo llamó a sus 26 años por razones que aún no logro entender, pero sí queda claro que su ausencia, aunque dolorosa, fue muy aleccionadora. Fue antier, la madrugada del 30 de diciembre, cuando una conversación con la taxista que me traía del trabajo me resultó simpáticamente coincidente con la enseñanza de Andrés: el día que vivimos hay que aprovecharlo, porque la vida es una y ahora, el mañana no está garantizado y el pasado, como dije al inicio, ya pasó.

Otras cosillas menos importantes te hacen pasar malos ratos, como que casi me vengo sin licencia de conducir de Costa Rica en enero (hay que hacer algo con ese sistema burocráTICO), aunque igual, al final la bendita tarjeta no me ha servido de mayor cosa. La triste y melancólica despedida de mi familia, esta tercera vez muy en serio, la madrugada del 25 de enero. Nada como oír a mi madre levantándome entre sollozos para que me bañara y me fuera al aeropuerto, y aún así haciéndolo con todo su amor porque sabía que era por mi bien y felicidad. Escuchar a mi mamá llorando siempre me ha roto el corazón, pero esa mañana confieso que lo destrozó.

Mi grupo de Pastoral. Retiro ¿2005?
Las decenas de momentos de soledad en mi apartamento, extrañando recuerdos que llegaban a mi mente evocando minutos de risa y compañía de mi familia y amigos en Costa Rica, aplacados de forma muy oportuna por mis amigos de twitter, a quienes siento ya tan próximos como los reales. Las congojas entre llaves perdidas, entrevistas de ubicación para mi especialidad… cosas que se veían insuperables pero que hoy son solo cicatrices. Y que no por duras son desagradables. Dios me ha enseñado a disfrutar incluso de los momentos amargos, porque son sin duda la mejor lección para crecer. Los últimos instantes duros del año fueron el reto de vivir mi primera Navidad lejos de mi familia, el tener que obligarme a bloquear todos los hermosos recuerdos de las navidades vividas en familia. Y sí, aunque dolió ni me morí ni la pasé tan mal. Ya estaba preparado y hace un año sabía que esto sucedería así.

Razones para sonreír

Gus y Yorle, la víspera de la boda.
Pero bueno, pasemos la página de esas cosillas que aún hoy, escribiéndolas, me han hecho lagrimear. ¡Vamos a lo feliz! Y en eso el 2010 tampoco escatimó. Lo primero llegó muy pronto. Mi hermano se casó con una excelente chavala el 9 de enero. Personalmente lo viví en tres actos, como en el teatro: el primero, cuando comenzaron su noviazgo antes de venirme a Francia. El segundo, su compromiso en agosto del 2009, cuando andaba por allá arreglando papeles y el tercero, su boda. Dicen que acaban de terminar a una casa muy bonita de la cual todavía no tengo fotos (sirva de pedrada…). ¡Y quién quita un quite, el cuarto acto será para conocer a mi sobrino! Sería genial, aunque si no pasa, no hay prisa.

El otro momento de gran felicidad fue mi período de práctica primaveral en Radio Francia Internacional. Dios, ¡cómo me sentía cuando caminé sobre la alfombra de la recepción, esa última semana de marzo! El miedo se me quitó al tercer día, cuando mi jefe me dice a quemarropa que le gusta mi trabajo y que no habría problemas para hacerme venir a trabajar en el verano. Esas tres semanas descubrí que existe un lugar agradable, ameno y simpático dónde hacer periodismo (antes lo dudaba). La alegría de ese momento estaba matizada con la preocupación por la salud de mi abuela y mi papá, ya contada arriba. Mis compañeros de RFI en Español han significado desde entonces para mí una especie de segunda familia y me recuerdan lo mejor que tenemos los latinos: una personalidad acogedora, un espíritu abierto y un calor de gentes que es extraño en los europeos. No niego que cuando me siento solo y algo triste en Estrasburgo, les doy una llamada rápida y eso me sirve para levantarme el ánimo.

Este servidor en la sala de redacción de RFI, en París.
El verano llegó y con él, la Copa del Mundo y la posibilidad que me dio también mi jefe en RFI de hacerme cargo casi completamente solo del especial del mundial. Fue una responsabilidad enorme, pero que me enorgullezco de haber cumplido con éxito. Tanto así que se me permitió a mi vuelta a la universidad ser corresponsal en Estrasburgo (aunque no se produzca mayor cosa) y venir a trabajar unos cuantos días para el final del año. Las expectativas que tenía hace 12 meses con RFI no solo se cumplieron, sino que fueron más allá de lo que yo esperaba.

Un regalo de la vida en este 2010 fue la posibilidad de viajar. Empecé en Costa Rica, después un pequeño viaje en Frankfurt, Alemania para terminar enero. Una paseadita en Holanda donde mi ahora gran amigo Adolfo Chávez en mayo. El final del verano hice el tour que tanto había querido: ¡Italia y sus maravillas!: ¡Venecia, Boloña, Florencia, Pisa, Nápoles, Pompeya, Roma y El Vaticano; la historia, el arte, la religión, la cultura, la comida y las italianas! En esto, el momento espiritual más impactante del año: estar en la capilla del Quo Vadis, donde la tradición dice que Jesús se apareció a Pedro cuando huía de Roma y de Nerón. Estar frente a las huellas que se dice son del Maestro me recordó que Él me invita a caminar, a seguirlo… aunque honestamente no he estado a la altura de lo que Él espera de mí. Vivir mi fe aquí, como lo dije en el último post, no es tarea fácil.

Otro punto alto y nada despereciable son mis amigos del master en el CUEJ - Universidad de Estrasburgo. Ellos representan a quienes por cosas de la vida no están a mi lado ahora. Los quiero montones porque son mi soporte. No son muchos, pero en todo caso, nunca en ningún lado fueron muchos. A ellos les agradezco ser mi medicina contra la soledad y mi aliento en momentos de decaimiento.

Iglesia en las afueras de Bruselas, Bélgica.
Diciembre 2010.
Y el año terminó hacia el alza: un cambalache me permitió cubrir el Consejo Europeo en Bruselas, Bélgica. Sin siquiera buscarlo, terminé estando al frente de los jefes de gobierno de Europa, es decir, Sarkozy, Merkel, Cameron, Zapatero, Berlusconi… Profesionalmente fue una experiencia única, y espero que no sea irrepetible.

Finalmente pero no menos importante, otro aspecto muy positivo fue mi salud. Salvo alguno que otro resfrío, como el que tengo en los momentos en que tecleo estas frases, mi cuerpo se ha comportado a la altura y más allá. Otra bendición de Dios.



¡Vení, no te tengo miedo!

Y ahora, llegó el 2011. Perfectamente esto podría ameritar otro post, pero no quiero quebrar los dos comentarios, porque de una forma u otra, esta madrugada de enero une ambos pensamientos. Me encuentro haciendo lo que era mi máximo sueño: ser periodista en Francia, a un semestre de tener mi maestría en periodismo con especialidad en radio… y sin embargo, nada está seguro. Aunque no lo dije al principio, una de las cosas que pensaba cuando iniciaba este comentario es: ¿Y dónde escribiré el del otro año, el 1° de enero del 2012? La verdad, ni idea. No se si me podré quedar en Francia, o incluso en Europa, o el rumbo tomará mi vida a partir de setiembre de este año, cuando se me vence mi título de estadía de la Universidad de Estrasburgo.

Te esperé 2011… Dios sabe que quería que llegaras, porque ya estoy algo exhausto de no establecer mi vida. Sea lo que pase en los próximos días, sé que es para bien porque Dios está conmigo. Si debo volver a Costa Rica, el escenario que menos gracia me hace, aún en ese caso, estoy seguro que Dios sabrá guiarme como lo ha hecho siempre, aunque está claro que dejaré mi sangre por permanecer de este lado del mundo haciendo periodismo como a mí me gusta y disfrutando de una calidad de vida que se, jamás podré tener estando en mi país.

Mis próximos años se definirán en lo que pase de aquí al próximo 31 de diciembre. Pero no temo. Al contrario, ya era hora. Mientras eso pasa, otros retos secundarios que no dejan de estresarme se aproximan: hacer mi memoria de maestría y el reportaje de largo formato de 20 minutos para el cual todavía no tengo tema, ver la forma de intensificar mi fe, que ha sufrido los embates de una Iglesia europea que me arroja continuamente a la soledad.

Entrada de luz a medio día en el Panteón. 
Roma. Agosto 2010
Pero el principal reto será el de disfrutar de la vida como lo he hecho hasta ahora, sabiendo que no será un lecho de rosas sino un desafío cada mañana. Cuando me vine a Francia me cuestionaba por qué me gustaba complicarme la vida. Este año que terminó encontré la respuesta: porque si no existen los problemas, no hay retos, y si no hay retos, no se crece. Y para mí, crecer es una adicción. Dentro de mí tengo muy claro que no soy el mismo Pablo que dejó Costa Rica hace ya casi dos años, ni siquiera el mismo que escribió el comentario del 2009 hace un año. He madurado, ahora se lo que quiero (¿será por eso que me está costando montones enamorarme?), me valgo 100% por mí mismo, tengo heridas de guerra, he enfrentado situaciones límite, pero nunca me he rendido, cualquier cosa menos echarme para atrás.

Sí gente, este año que termina lo viví. Fue una excelente escuela. No le temo al futuro pese a lo que pueda traer. Al final, la vida se trata de vivirla. Y a eso voy.

P.D: los dejo con otro video de Martín Valverde. La canción se llama "Mi Soledad" y creo que ejemplifica muy bien lo que quiero, lo que busco y lo que lucho. Gracias de nuevo a Martín por poner en una canción lo que mi corazón siente.