miércoles, 2 de septiembre de 2009

Carta abierta a la PJVR en sus 10 años

Alajuela, domingo 30 de agosto del 2009

Llovía suavemente en esa tarde del 28 de agosto de 1999. Yo no puedo presumirles haber estado en aquella reunión en el Aula Magna, porque en ese momento me encontraba con mi grupo de confirmación, justo en la clase del frente, del cual ese día solo llegó la mitad… el resto se encontraba con Jaime, futuro coordinador de Pastoral Juvenil, reunidos planeando las bases esta nueva agrupación que prometía ser un dinamizador de la evangelización juvenil en la parroquia.

Poco tiempo después, supe que mi camino era unirme a mis confirmandos en la lucha por levantar (después de varios intentos fallidos) una Pastoral Juvenil parroquial, que cumpliera con las exigencias de los muchachos y que permitiera mostrar un Dios más cercano, más alegre, más juvenil.

Admito que no estábamos bien formados. De todos los que comenzamos esta locura, solo Jaime y yo habíamos sido confirmados. El resto eran muchachos de la generación 99 que venía llegando de los retiros y quienes, con muchas ganas, tomaron la misión de llevar adelante este gran proyecto.

Diez años han pasado desde ese momento. ¡Y qué 10 años! Hagamos memoria de cada uno de los momentos inolvidables en los salones de toda la parroquia, cada sábado en la tarde con el calor de febrero o marzo, o bajo la lluvia del invierno… Porque después de todo, ¿cómo olvidar al propio Jaime vestido de bebé, a Marcelo Prieto cantando “Yo tenía un tic” o contando “El pan que habla”, a Carlos Barrantes mostrando sus “cualidades” en la dinámica del cavernícola, a Cristian García haciendo de ángel tonto en las Pastorelas, a María Teresa Hidalgo gritando “yo tengo una chanchaaa”, a Fernando Badilla haciendo la “Familia Sapo”, a Shirley Montes como chiquilla malcriada, Stephanie Chávez como Spice Girl o incluso a este servidor como Lucas narrando el Pentecostés?

Pero ya más seriamente, ¿cómo olvidar aquellos amaneceres en la casa de retiros de San Ramón, en los que el viento empujaba con fuerza a las nubes haciendo parecer aquello el juicio final? ¿Cómo no recordar nuestro primer retiro en San Ramón y las oraciones de Doña Martha de los sábados en la noche? Y ni qué decir de aquellos momentos de soledad en Alfa y Omega, con los atardeceres en los que podíamos ver el mar en medio de las montañas, o al oscurecer, cuando el Valle Central parecía una lluvia de estrellas. O aquella intimidad con Dios en la capilla de Grecia… o incluso aquél frío descomunal en Shekiná que nunca impidió tener un contacto con el Dios Vivo.

Las ventas de tamales de todas las navidades, las parejillas de novios (nacionales o internacionales…) que aquí se formaron y que aquí se casaron o terminaron, las pastorelas, las misas de 6 con sus atractivos signos y oraciones en la penumbra, los Vía Crucis en vivo, las breteadas en las ferias de San Gerardo, los conciertos del No a Halloween, las reuniones de todos los lunes por la noche (sí, con todo y sus pleitos…), los típicos paseos a Fraijanes, las preparaciones de las seis generaciones de confirmandos que salieron de esta Pastoral Juvenil … Pero lo que cuesta más olvidar, es la cara de cada uno de los muchachos cuando se encontraba frente a frente con el Señor, nuestra razón de servicio, o cuando nos agradecían el solo hecho de escucharlos.

Si estos recuerdos nos mueven el corazón, si todas estas remembranzas nos erizan la piel y nos llena el alma de alegría y nostalgia, significa que nuestro trabajo no fue en vano. Quiere decir que cada madrugada para llegar temprano a las convivencias, que cada minuto de planeamiento, que cada disputa y cansancio sirvieron para algo. Hemos sido peones de la obra del Señor durante estos 10 años, y de ninguna manera nos sentimos merecedores de halago alguno, porque sabemos que lo hecho ha sido para la gloria de Dios, nuestro Gran Coordinador, quien tiene en pie esta PJVR.

A los que aún están y a los que vienen, no me queda más que motivarlos, porque sin duda todavía en la parroquia hay demasiados jóvenes deseosos de que alguien les diga que Dios les ama, que está cerca suyo y que pueden contar con muchos otras personas que decidieron vivir su vida de una forma diferente. No dejemos nunca morir esta creación de Dios. Que el orgullo nunca nos ciegue, que la ira nunca nos domine, que la pereza nunca nos adormezca. Somos jóvenes de Cristo, una generación que quiso vivir su juventud diferente, que experimentó en carne propia su amor, su perdón y su misericordia. Además, como bien supo decir Shirley Montes en las primeras reuniones de los lunes del año 2000, frase que nunca olvidaré “la palabra fracaso la inventó algún fracasado” y ustedes de ninguna forma son fracasados.

Ánimo gente, son los primeros 10 años y aunque ya “los viejos” no estemos, me encuentro plenamente convencido que si Dios supo hacer su obra en nosotros, sus imperfectos ayudantes, Él sabrá completarla en ustedes, porque nada tuvimos nosotros, los pioneros de esta locura, que ustedes no tengan.

Finalmente, les recuerdo que esta Pastoral Juvenil no se podrá mantener en pie si nos separamos del Señor (Jn 15). La oración constante, la lectura de la Palabra, la participación en misa y por supuesto, la comunión frecuente son los cuatro elementos vitales del verdadero animador.

Con todo el amor del alma, a mi, a nuestra, a su Pastoral Juvenil, que tanto amo, que marcó mi juventud, que tantas alegrías me dio y por quien aún lejos sigo pendiente, pues de ella estoy enamorado.

Pablo Mora. Ex líder, ex animador y ex coordinador de la PJVR Agonía