viernes, 3 de julio de 2009

Crónica de un sueño hecho realidad

Me acuerdo muy bien. Era sábado, como a las 6:30 de la mañana y terminaba febrero del 2005. Me levanté con muchas energías y ganas porque sabía que a partir de ahí comenzaba un camino sin retorno. Así se lo hice saber a mi mamá en ese amanecer. Era mi primer día en la Alianza Francesa.


Hoy, más de cuatro años después, puedo decir que nada fue en vano. Cada levantada a esa misma hora en cada sábado de las semanas que vendrían durante los dos años posteriores, cada tarea hecha posiblemente con sueño y no poca pereza, cada examen enfrentado (desde los más simples hasta los más complicados). En fin, no pocos sacrificios académicos y también de tiempo con mis amigos y familia.


Siete años planeando esto. Hasta yo me asusto de mi locura. No es que yo sea el único loco que hace este tipo de cosas, ¡pero es que somos pocos! Los últimos 3 años, especialmente, ahorrando dinero para esta realidad que hoy vivo, deseando la posibilidad de comprarme un carro, una moto o un lote, viendo cómo muchos de mis amigos y compañeros establecían su vida con un matrimonio, una casa o en fin, un proyecto de vida ya concreto, mientras que yo me veía soñando en las nubes.


Quiero en este momento recordar especialmente el año pasado, el 2008. Sacrificios a granel, presiones laborales, académicas, personales y futuras. Hace un año por estas fechas, yo la verdad no creía que fuera posible salir de Costa Rica para vivir esta aventura, simplemente porque todo se vislumbraba en contra.


Hubo mucho sufrimiento, pero éste fue productivo. No fue el tipo de amargura que te hace perder la confianza en vos mismo, no, se trató de una angustia que te hace crecer, madurar y darte cuenta que si en la vida querés algo, tenés que luchar por eso, y que esa lucha cuesta lágrimas, muchas lágrimas, pero también cóleras, desánimos y atrasos. Con todo en contra, incluso Dios me prometió, también hace casi un año, lo que hoy vivo. Él me dijo en mi corazón, cuando ni yo mismo me lo creía “Pablo, SI, vas a ir a Francia, pero dejame a MI encargarme de todo. Yo se lo que hago”


Y luego, con la ayuda y la oración invaluable de mis grandes amigas, mis ocho ángeles de hábito gris, blanco, negro y rojo, se dio mi salida de Costa Rica. Francamente, cuando ya estaba en el avión yo mismo me cuestionaba si no se trataba todo esto de un capricho mío o de un exceso de poco raciocinio… los ahorros de tres años, fácilmente “perdidos” en 6 meses en la antigua Galia romana, mientras que en Costa Rica eso sería fácilmente traducible en una compra que me permitiera establecerme en mi vida, tal como lo dije antes. Cerré los ojos y dije “¡Dios, si me llevás, espero que sepás bien lo que hacés!”


Una vez en suelo europeo, seguí con mis dudas. El inicio no fue fácil. Costó un mundo relacionarme con la gente (los franceses de regiones frías, como Grenoble, tienen fama de no ser muy acogedores). Vivir el crudo invierno en una casa con dos señores mayores, de culturas diferentes, significó sin duda otro obstáculo: adaptarme, tener paciencia, pedirle a Dios para controlar mi carácter a pesar de algunos (pocos) comentarios un poco tontos que recibí. Sentir la frivolidad aún de gente de la misma Iglesia, aunque hay que ser justos y decir que encontré verdaderos ángeles que me ayudaron a sentirme menos solo y a darme ánimo para seguir adelante… y curiosamente estas almas las hallé dentro y fuera de la fe. Dios se mueve de formas bastantes singulares.


Tres veces el pasaporte perdido, una vez la tarjeta de débito (con un doloroso robo de 150 euros incluido), dos carreras para coger el bus después de una noche de salsa, otro susto por dejar sin calefacción la casa debido a un error involuntario, entre otras anécdotas, le pusieron “sazón” a la locura francesa.


Finalmente llegaron los dichosos concursos. “A lo que vinimos”, me dije. El primero fue “en casa”, en Grenoble, con un examen en el que difícilmente el francés promedio podría tener una calificación respetable, pues se trataba de preguntas netamente específicas, como el nombre del presidente del Partido Republicano en Estados Unidos, el creador del Pata-Pata o la explicación de un exoplaneta.


Al instante me dí cuenta que si todos los concursos para maestría eran así, mi fracaso estaba simplemente asegurado. Además, eran 20 cupos para 247 personas… ¡así imposible! Aún así, no desistí de la idea y en Marsella tuve una entrevista una semana después; esta vez la experiencia fue más positiva.


Finalmente, el último concurso: Estrasburgo, con dos auditorios llenos de gente (calculo que éramos unos 700 candidatos) y yo extranjero… y de nuevo, enfrentar preguntas duras sobre cultura general y conocimientos de actualidad francesa, que por contexto, no tenía. La esperanza estaba casi perdida cuando Dios me ilumina al final de la última prueba a preguntar si había la posibilidad de tener cupos para extranjeros específicamente. En un principio se me dice que no, luego se cambia la opinión y se me asegura que se me va a tomar en cuenta mi examen y mis documentos por aparte. “Algo es algo” me dije, con al menos una leve, muy leve esperanza.


Y luego, de la esperanza al esperar. Evidentemente Grenoble rechaza mi candidatura. Nada que me sorprenda, me hubiese extrañado que fuera al revés. Marsella, donde tenía más puestas las esperanzas debido a que la admisión era por medio de documentos, me dice que espere… hasta el día de hoy. ¿Y Estrasburgo? Estrasburgo me escribe 5 minutos después de la respuesta marsellesa para decirme que vaya, que quieren hablar conmigo “¿qué puedo perder?” pensé luego de la decepción de no ser inmediatamente elegido en la ciudad puerto más importante de Francia.


Después de mandar otros dos tomos de documentos a La Sorbona y a la Universidad Paris 8, me vine este martes 30 de junio a esta ciudad fronteriza con Alemania, honestamente con poca fe. Y el 1 de julio, día que pasará a mi historia personal como uno de los más importantes de mi vida, tuve dos entrevistas, cuando se suponía que era solo una. La conversación fue dura, con el director y la subdirectora de, la que entiendo, es una de las escuelas de periodismo más importantes de Francia.


Se me hicieron muchos cuestionamientos sobre mi redacción, mi estilo, mi proyecto de vida… ¡mi francés! Me prometen una respuesta antes de las 6 de la tarde. Salgo del edificio, tomo el tranvía y justo cuando entro, me llaman para que regrese a las 5p.m. porque quieren hablar conmigo de nuevo.


Solo Dios sabe cómo me sentía… y lo primero y único que se me ocurrió fue ir a la hermosa y gótica catedral de Estrasburgo, pero ya no a ver su arquitectura o su reloj astronómico… no. A arrodillarme frente al Santísimo a hacer una de las oraciones más honestas que he hecho. A decirle a Dios: “Señor, vos sabés bien todos los sacrificios que he hecho, sabés cómo he querido esto, conocés muy bien mis objetivos y deseos… pero yo ya me cansé de luchar contra vos. Si no querés que me quede aquí y querés que vuelva a Costa Rica, entonces mostrame el camino y decime qué deseás de mí. Pero si realmente querés que me quede, pues dame una señal en este momento, porque yo ya no puedo más. Así que ahí está mi corazón y sea cual sea tu decisión, yo la voy a amar y me voy a abandonar en tus manos". Y simplemente como dato curioso, vuelvo a ver a mi izquierda y ahí estaba, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Redentoristas, congregación que formó mi fe.


4:30pm. Me voy por segunda vez a la Universidad Robert Schuman. En mi mente se pasaban un montón de cosas que me podrían decir, desde las más positivas como “hemos decidido admitirlo” hasta “lo lamentamos pero queríamos darle esta noticia en persona y no por teléfono… pero preferimos no aceptarlo en nuestra institución”. Al final, ni una ni la otra. La pregunta fue sobre mi dominio preferido en periodismo. Y fui honesto y dije que prensa escrita, que la televisión nunca ha sido lo mío, que la imagen nunca me ha gustado y que la radio… pues tampoco es la gran cosa. ¡Respuesta errónea!, me deja entrever el director de la carrera… “creemos que por sus características a usted le serviría más cursar la parte televisiva, pero no podemos obligarlo a hacer otra cosa que usted no quiere… En ese momento me dí cuenta que, o cambiaba el discurso y empezaba a valorar la televisión como una opción real para el master, o simplemente me quedaba afuera del negocio”.


Entonces, decidí volver sobre mis pasos y comenzar a hablar de mi débil formación en periodismo televisivo en la UCR, de la forma tan artificial, ligera y desagradable de hacer televisión en Costa Rica en los últimos años y de la necesidad de diversificar mis conocimientos mediáticos para aplicarlos a un mundo donde la Internet resulta cada vez más un medio polivalente y requerido. Argumentos a puro Espíritu Santo, sin duda alguna, porque se me ocurrieron al instante. Al final, despedida y promesa de respuesta antes de que abordara el tren de regreso a Grenoble, el pasado jueves 2 de julio a las 10:15 am.


Pero no hubo que esperar hasta hoy. Media hora después, otra llamada de la oficina de la Universidad. “Y ahora qué me querrán preguntar” me dije. Pero no, ya no eran más preguntas sobre mis capacidades o posibilidades. Me hicieron la pregunta más agradable de mis últimos años “queremos saber si usted está dispuesto a empezar nuestra formación de maestría en nuestra universidad…” Después de un simple “oui, merci!” no sabía qué hacer… si pegar gritos, si salir corriendo por la calle… 7 años concentrados en un solo momento, ¡no se si saben lo que es eso! Quería volverme loco, pero tenía que decirlo en español. A lo único que atiné fue a llamar a Sofía, mi ex compañera de carrera de la UCR que vive en París para contarle. Luego la obligatoria y aún más satisfactoria llamada desde mi celular a mi casa, para hablar con mi hermosa madre y resumirle la buena noticia en 53 segundos.


Y después locura, agradecimiento a Dios, fiesta y mensajitos de texto que iban y venían y un Pablo que veía a su alrededor la que posiblemente se convertirá en mi nueva ciudad por los próximos dos años a partir de setiembre… y todavía no se lo creía.


Pocas veces me pasa, pero me siento orgulloso de mí mismo. Nunca he sido una persona que se tire para arriba solito, no me gusta hacerlo y no me gusta las personas que lo hacen. Pero creo que esta vez, por una vez en la vida, merezco sentirme satisfecho de haber conseguido un proyecto del que muchos (incluso mi bella madre) dudaron, cosa que agradecí porque eso me retó a mí mismo para conseguir el objetivo. Igual vale el agradecimiento para mi querido papá, quien fue el primero que creyó en mí, nunca vaciló. Y recuerdos, y más recuerdos.


En fin, toda una experiencia, todo un reto, toda una aventura, todo un sueño… hecho realidad. Demasiados riesgos, demasiada inversión de tiempo y de dinero, demasiado en juego… y de un momento a otro simplemente todo fue realidad. Un 1° de julio para no olvidar.