lunes, 1 de enero de 2018

¡Felicidad otra vez! 2017

La verdad es que no sé ni cómo empezar el comentario de este año. El 2017 empezó bien (traía buen viento de cola desde el 2016), continuó muy bien y tuvo un cierre fantástico, especialmente a partir de setiembre. No fue perfecto, como nada lo es, pero no miento si les digo que desde el 2011 (mi último año en Francia), no había tenido un añito tan bueno como este.

Sin duda Dios, que ha sabido tenerme paciencia, ha finalmente dado respuestas concretas y ha puesto en marcha sus planes. Insisto, no podría decir que este que pasó fue un año de cosecha, pero sí he visto cómo la siembra de los últimos 6 años ha ido creciendo y ya casi, casi, puedo recoger los frutos. En eso, espero que este 2018 que inicia sea el año de la siega. Dios primero, así será: un año memorable, como todos los que he vivido y que han terminado en 8 (EPC, final de tesis...).

Pero bueno, este cambio de año lo viví lejos del mar que vi hace 12 meses, pero el momento no fue menos mágico: desde Barva de Heredia, muy bien acompañado, viendo los juegos de pólvora que se reventaban en todo el Valle Central... Ese momento me llevó a pensar que el país tiene con qué salir adelante, que no todo está perdido, que ahí afuera hay más gente buena que mala (mucha más) y que, en definitiva, el cambio está en nosotros. No digo que vayamos a mejorarlo todo nosotros mismos, pero sin duda nuestra realidad será mejor si dejamos de lado el individualismo y nos dedicamos a calentar un poco nuestro corazón y el de la persona que tenemos al lado.

Pero volvamos al análisis de mi 2017: tendría que decir que fue un año extraordinariamente equilibrado en casi todos los ámbitos sustanciales de mi vida. Y tal vez para ordenarlo un poquito, lo voy a subdividir por temas.

El brete... ¡tranquilo!

Empecemos por lo que más hago con mi tiempo: trabajar. En lo laboral no hay queja, y aunque hay cosas que me inquietan un poquito, las pongo en manos de Dios y dejo que sea Él quien se encargue de todo, a sabiendas de que hay temas que no me corresponden a mí solucionarlos. Entonces, para ese tipo de misiones, que sea Él quien se encargue. Yo lo más que hago es orar y tener (más) paciencia. Por lo demás, el ambiente laboral en la UCR sigue siendo envidiable, y aunque a veces a uno le gustaría "ser y hacer más", en el fondo creo que todo es cuestión de esperar con calma. Dios me ha bendecido con trabajar para una institución en la que creo, quiero y me identifico, y para mí ya eso es suficiente premio.

De aviones y demás

El año me dejó pérdidas económicas con respecto a viajes al exterior: uno frustrado para ir a Europa a mediados de año y un vuelo perdido por culpa del cambio de hora en Panamá para ir a mi ansiada Colombia en abril me dejó pérdidas que aún lamento... pero bueno, cada experiencia de esas genera concha y maña... los errores cometidos ayer nunca más se repetirán.

Hablando de viajes, ese paseo a Colombia, que bien pudo merecer un post aparte pero no lo hice por vagabundo, me hizo descubrir para Semana Santa en abril lo maravilloso que es ese país. Solo pude estar en Bogotá y Medellín, pero fue lo suficiente para convencerme de que, si creyera en vidas pasadas (obvio, no), diría que en mi versión anterior fui colombiano. Algo tiene esa tierra que, sin conocerla, me hacía soñar con ella... y ahora que la conozco, me hace sentir que una parte de mi corazón le pertenece. Espero volver a Colombia pronto, porque se convertirá en uno de esos países a los que uno puede regresar las veces que sea necesario, ya que nunca se cansará de descubrir cosas nuevas. Zipaquirá, Santa Fe de Antioquia, Cerro Nutibara en Medellín, Guatapé de Antioquia (¡qué piedra tan inmensa y qué subida tan cabrona!), más la amabilidad de la familia de mi amiga María Claudia Panqueva en Bogotá y la excesiva dulzura de los paisas en Medellín (les juro que son tan buenos que dan ganas de traérselos de vuelta a todos) terminaron de redondear un viaje inolvidable. Colombia, espero verte pronto de nuevo.

En cuanto al trabajo, me permitió la posibilidad de visitar Nicaragua por quinta vez en la vida... y constatar que el país mejora tal vez muy lentamente, pero que las carencias que vive se mantienen y que la opresión ideológica de sus gobernantes hace que su miseria casi se congele en el tiempo. Conocí Managua en el 2001, y 16 años después la verdad es que la veo prácticamente igual. Los nicas, siempre amables y gentiles, adolecen eso sí el control ejercido por el gobierno en su educación, información y contrapesos políticos. Es una pena, porque con el corazón en la mano se los digo: el pueblo nica merece mucho más de lo que tiene... el problema es que aún no se ha dado cuenta de eso (al menos en su mayoría).

La fe, adelante 🙂

La posibilidad de afianzar la comunidad a la que pertenezco, más conocida como Sígueme, a cuyos integrantes ya más que amigos los veo como hermanos, me ha permitido crecer un montón en la fe. Aunque iniciamos nuestro caminar en el 2016, este que terminó fue el primer año completo que vivimos juntos y pudimos compartir experiencias fuertes, pero que nos han llevado a afianzarnos. Gracias a esos locos, me siento menos solo en esta senda hacia Dios, o para decirlo aún más bonito, me siento acompañado, solidariamente, a sabiendas de que en ocasiones no es fácil congeniar con la gente que tenemos al lado (bueno, honestamente ni con uno mismo)… pero la "comu", como le decimos de cariño, se ha consolidado y con eso quedo más que contento.

El éxito obtenido con Sígueme nos hizo fundar dos nuevas comunidades a lo largo del año que aún no se consolidan pero que al menos marchan. De corazón espero que este 2018 nos permita atraer más personas y ofrecer nuestro crecimiento en Cristo, algo nada fácil en estos tiempos de intolerancia, menosprecios, discriminaciones e ideas preconcebidas sin fundamento.

El resto muy bien. La guía del padre Álvaro ha sido muy importante para que todo esto marche bien. Insisto, sé que aún queda mucho camino por hacer, especialmente en reforzar la parte social, pero no me cabe duda de que vamos por buen camino, solo hace falta motivarnos un poquito a ser más atrevidos aún en el anuncio del Reino, no ya con "bibliazos", sino con la vivencia y el ejemplo. Calma, ya llegará.

L'amourrrrr

Este podría ser perfectamente otro tema de un post aparte, pero como hay que enmarcarlo en oro dentro de lo hermoso que pasó este año, debe ir en el resumen anual. A ella la conocía desde que tuiteaba cosas interesantes... desde los 140 caracteres de Twitter se le veía inteligencia y sagacidad, pero también espiritualidad, fuerza y chispa... y en la foto aparecía siempre guapísima. Le gustaba la política, el fútbol, la fe, los temas de actualidad... ¡Daban unas ganas de conocerla! Se veía que era diferente, pero como Twitter no es una red social para estar ligando chavalas (al menos en la teoría) y por otros motivos más ahí, la veía, la admiraba, pero no más.

Les cuento que resultó que a finales de julio ella no tenía con quién hacer la romería el 1° de agosto (así lo tuiteó). Le sugerí vía mensaje privado que fuera conmigo y con mis amigos de comunidad. No pudo porque tenía exámenes por esa fecha. Aproveché para "venderle" la comunidad que iba a comenzar y me dijo que le interesaba. Hasta ahí la historia 2.0. Cuando iniciamos con la Comu de los sábados, ella llegó... y mi año mejoró sustancialmente a partir de ese 12 de agosto. Ella era todo lo que había pensado y más. Pero calma, porque estaba en modo evangelización y además no sabía nada sobre ella en la realidad... y de los golpes, uno aprende.

Poco a poco nos fuimos ganando confianza uno en el otro y cuando me di cuenta estaba hablando con ella mañana, tarde y noche por Whatsapp. Lo vacilón es que parecía que a ella no le incomodaba mucho, al contrario, también ella me escribía para hacerme conversación. Era una bonita relación de compas... hasta que, con motivo de mi EPC #19, la invité a tomarnos algo para compartir vivencias de fe. Hasta ahí todo era puramente amistoso. Pero algo pasó esa noche: no había ambiente para una plática espiritual, sino que unos cubanos tocaban éxitos salseros en esa noche de sábado del 2 de setiembre. Dios así lo quiso, no tengo otra opción: bailamos al principio como amigos normales y terminé con su cabeza en mi pecho en medio chachachá.

Sin tener alguien con quien ir al concierto que daba Malpaís el 9 de setiembre, se me ocurrió invitarla. Tenía mucho miedo de que se confundieran las cosas, que me estuviera lanzando a la piscina sin agua o que simplemente no fuera el momento. Ninguna de las tres: la heredianilla que me había tenido pensando esa semana aceptó la oferta y compramos las entradas... Aquella tarde de Día del Niño, mientras buscaba parqueo desesperadamente en las cercanías del Parque Viva, en La Guácima, nos quedamos viendo fijamente... y terminamos en un beso, tan liberador como hermoso. Y yo sabía que algo nuevo y duradero había comenzado. Finalmente botaba mi miedo de enamorarme y me volvía a ilusionar. Entonces supe que mi alma estaba sanada, por lo menos en este aspecto.

Pasó casi un mes de saliditas lindas, conocernos más y espera. Finalmente, al ver que la mujer no tomaba la iniciativa (aunque habíamos acordado que sería ella la que me pediría ser su novio en el momento en que se sintiera cómoda), el viernes 6 de octubre y frente al Santísimo de la parroquia del Corazón de Jesús de Heredia (donde nos conocimos y donde están alojadas las comunidades) le propuse iniciar nuestro noviazgo, con algo de miedo a tener un "mejor todavía no" de respuesta. Erré. Lo que escuché fue un "por supuesto" de sus labios, un abrazo prolongado, y el resto ha sido felicidad, bendición, lucha, sanación.

Frexini ha sido un bálsamo y medicina... y no necesariamente porque estudie para doctora. Ella ha llegado a ayudarme a sanar muchos ámbitos de mi vida que tenía adormecidos o escondidos. Dios la envió, de eso no me cabe duda, porque fueron muchas las posibilidades de no coincidir que tuvimos para que las cosas no se dieran. Y se dieron.

Dato aparte es la familia de ella. ¡Cuán relajante y lindo es cuando la familia de tu novia te recibe con alegría y ganas! Los papás de Frexini son más que suegros para mí con solo 3 meses casi de ser novios: se han convertido en personas de confianza, que me transmiten cariño y respeto y reciben de mí lo mismo. Y su hermano, ya puedo decir que es mi compa de bromas, pero también de temas serios. Le he tomado mucha confianza a toda esta gente y me encanta sentirme "uno más" con cada día que pasa. Y para redondear, su relación con mi familia ha sido excelente, se ha integrado de lo más bien y eso es más que relajante... es gratificante.

El futuro dirá... aunque algo dentro de mí me dice que "ella es", o al menos quiero creer eso. Dios tiene las cosas en sus manos, y aunque no quiero salir lastimado de nuevo, supongo que tengo que confiar lo que Él disponga. Veremos. Por lo pronto tengo que decir que ella fue lo mejor que me ocurrió en el 2017 y lo digo con la boca llena. Esperemos que este proyecto siga bien. Y sí, fue con ella que pasé mis primeros segundos del año.

Misión: casa

Este es el apartado que más dolores de cabeza me ha dado y, sin embargo, también he visto la mano de Dios actuando. Quizá el proyecto más ambicioso que he tenido desde mi vuelta de tierras galas, empezó incluso desde el 2016: buscar lotes, averiguarme los trámites, pedir asesorías, visitar expoconstrucciones... realmente esto de querer comprar un terreno y construir no es nada sencillo.

Entre agosto y octubre me pasó un "chasco" feo con un lote que quería, principalmente por el condominio donde se ubica, que solo con verlo supe que ahí tenía que vivir. Al final sus dueños no quisieron bajar las pretensiones y ante la sensación personal de que algo no andaba bien, las negociaciones se cayeron. Lo curioso (Dios, le llamo yo) es que apareció otro lote justo diagonal del que pretendía comprar, con un dueño que me ha demostrado tener muy buenas intenciones. Dios sabe lo que hace. Desde el 18 de octubre estoy con el "corre corre" de los trámites que necesito que estén listos para mediados de febrero. Vamos a ver cómo se resuelve este tema. Ojalá, quisiera yo, que fuera para bien.

CR en la indecisión

Ya en lo nacional, hay que ser claros en que el 2017 estuvo lejos de ser un buen año. Por más que muchos estemos TRA BA JAN DO (¡grande doña Eugenia de Tigo!) en sacar esto adelante, uno siente que hay un montón de "bomberos" parándose en la manguera.

En mis 34 años nunca había visto un panorama político tan inhóspito. El PAC, por el que había votado hasta ahora, creo que ya no es una opción y ninguna de las otras me convencen. Me ha desmotivado mucho el tema del Cementazo, darme cuenta que muchos están en la función pública a ver "qué agarran" sin importarles el daño que hacen al tejido social... porque sí, este mundo estúpido posmoderno, no importa si el resto se jode, "yo estoy bien" y aparte de eso todo lo demás "me entra flojo".

Todo eso me lleva a no saber por quién votar, aunque esa situación podría analizarla en un post previo a las elecciones. Solo sé a quiénes jamás les daría mi apoyo, pero con eso poco hago para definir a quién apoyar en la presidencia – y aún menos para diputados – el próximo domingo 4 de febrero. Posiblemente mi voto termine siendo "útil" y ya, tristemente.

La inseguridad ha crecido y aunque existen indicadores económicos que demuestran una cerca mejoría, la verdad es que hay muchos otros temas que deben ser resueltos con premura. Llamo la atención sobre la polarización ideológica que vive el país: no me gusta ver cómo la gente manda al carajo a otro grupo social por no pensar como ellos; esto huele mal, se presagian mayores rupturas sociales y creo que no hay ganadores, solo perdedores...

Mi familia

No podía terminar el post sin agradecer públicamente a Dios de lo estable que se encuentra mi familia nuclear después de este 2017. La salud de todos está en promedio bien y los enanos de mis hermanos crecen en fuerza, tamaño, inteligencia. Por dicha todo parece salir a pedir de boca. Ruego al Señor que todo siga como hasta ahora.

La nota triste de este año la puso mi primer primo en fallecer, víctima de un aneurisma. Espero en Dios que ya esté con Él. Otros chascos no han faltado, pero nada que como familia unida no podamos superar.

Dato aparte: este año que pasó tuve la oportunidad de ir a cuatro bodas, mi récord en un año. Es tan bonito ver que la gente se atreva a amar y apostar en el otro para toda la vida, que mis familiares y amigos que se casaron merecen todo mi respeto.

Conclusión(es)

Como decía al inicio, este 2017 fue genial, pero podría ser la antesala de un 2018 que se anuncia prometedor. Solo espero que así sea. Dios bendiga mi trabajo, salud, familia, relación, comunidades y otros proyectos.

Le tengo miedo al 4 de febrero y más aún al 1° de abril en cuanto a elección de presidente y de diputados. El rumbo del país es incierto y no veo que vaya a mejorar.

Trataré de tener más compasión por la gente, aportar más humanidad y felicidad al mundo, empezando por sonreír a quienes tenga a la par más a menudo, meterles conversación, bendecirlos... ¡Ser gente! En una sociedad donde nos volvemos cerrados, fríos, tiesos, es necesario darles motivo para acercarse a un fuego que lo cambian todo.

Feliz 2018 gente. Este año cumpliré además 20 años de mi Encuentro Personal con Cristo, lo cual no es poco, además de recordarme que cada día me hago más y más viejo (después de todo, este año también llego a la mitad de los 30s...). También La Sele tiene su mundial en Rusia para junio y, aunque no tengo expectativas de repetir lo de Brasil, sí espero y exijo una competición decorosa. Ya veremos qué ocurre.

Ahí les dejo los 365 días restantes. Espero sepamos aprovecharlos. Un abrazo, mes amis. Y ahí les dejo, para que celebren la vida :)



domingo, 26 de febrero de 2017

Matar nunca es una solución

Muy consternado por la desgarradora noticia de la chiquita de 12 años que, violada por su padre, un energúmeno, desgraciado y otros epítetos que podrían llenar un post completo, me siento a redactar. Independientemente de lo que ocurra de ahora en adelante, a esa niña solo Dios y la psicología podrán cerrarle esa herida enorme inflingida por un padre que la violó y la embarazó, cometiendo el crimen más horrible de un progenitor contra un hijo: el irrespeto perenne de su cuerpo, mente y espíritu.

A ese mae hay que darle un castigo ejemplar, aunque también, y dicho de otro modo, este caso se diferencia de otros cientos que tristemente ocurren todos los días y que nosotros desconocemos por ese silencio encubridor que se crea a su alrededor a diario: el embarazo hace que salga a la luz y que se convierta en el centro de un debate social, intensificado por supuesto ahora con las redes sociales.

La solución más fácil propuesta por varios comentarios que más he leído en Internet es meter a este tipo a la cárcel y que la chiquita aborte (ya vamos a eso último...). ¡Como si así la pobre fuera a dejar de sufrir toda la vida!... y como si así fuéramos a evitar más violaciones intrafamiliares en el futuro. Al igual que todo en la vida, la mejor medicina contra nuestros males es la prevención. Tendríamos que sentarnos, en serio y en sereno, a pensar qué nos está llevando como sociedad a generar tal nivel de perversión mental. ¿Será acaso la desintegración familiar, acompañada de violencia sexual en el hogar? Los psicólogos podrán dar una respuesta más adecuada para explicar esto que a nosotros nos cuesta tanto, pero me huele a que este tipo podría estar repitiendo patrones que él ha asumido como "normales" desde su hogar. Habría que revisar qué pasó desde su infancia. En resumen, para concluir con esta parte, estamos acostumbrándonos, con peligro, a condenar gente y meterla a la cárcel, más ahora en la "nota" del juicio público de las redes sociales, pero muy poco buscamos las causas que generan estos comportamientos... Y por supuesto, menos aún, interesarnos por acabar con la raíz del mal. Eso implica compromiso y eso, en la sociedad posmoderna, le toca a "otro".

Ahora sí, vamos al tema que me hizo escribir. ¿Cuál es la mejor "solución" para esta chica? Creo que, cualquier cosa que se proponga, no será sino solo un punto de inicio para el resto de su vida. Les confieso que, de primera entrada, en mi conciencia me aflora el pensamiento de decir "pucha, di no, pobrecita, que aborte", porque pienso en el proceso de 9 meses que deberá seguir (el cual no me es posible asumir por el hecho de no ser mujer; punto para los proaborto). Pienso en que su cuerpo no está preparado para semejante tarea. Pienso en cuánto podría afectarle esta situación psicológicamente. Pienso en su familia y en que ese (o esa) bebé será su "hij@/herman@" el resto de su vida. Y la verdad es un escenario terrible. Una realidad que se impone y que no es posible eludir. Por lo tanto, mi posición no es nada sencilla.

Entonces... ¿Qué aborte? ¿Muerto el perro, se acaba la rabia? ¿Realmente después de eso se acaba su problema, podrá seguir yendo al colegio, vivirá el romance de la adolescencia como cualquier otra muchacha de su edad, se graduará, se casará, tendrá 2 o 3 niños y será feliz hasta la muerte? Si fuera tan fácil, yo diría: "sí, que aborte". Pero no nos hagamos los majes, no lo es.

Si ya un aborto representa un procedimiento de alto riesgo para la salud de quien se lo practica, no me imagino lo que pueda hacer en un cuerpo de una niña de 12 años: la posibilidad de que le dañe su aparato reproductivo de manera irreversible, el trauma psicológico que le implicará y, por supuesto, el que algún día, más adelante, caiga en la cuenta de que fue empujada por la presión coyuntural y social a dar muerte a su hijo. Entonces, tal vez, se pregunte: ¿qué fue peor, lo que hizo mi papá o lo que hice yo? Y ese día no estarán a su lado los que propusieron una salida fácil para consolarla o ayudarla. Estará, esperemos, su familia y unos cuantos amigos, quienes ojalá le brinden la mejor respuesta.

Y, aunque no sea este el caso promedio, hay que aclarar de qué se trata en general este asunto: el aborto es el asesinato de un ser humano en manos de un médico o un charlatán (o las dos opciones), permitido o promovido por una madre irresponsable o víctima de una situación (aplíquese la segunda al tema en cuestión) y con la complicidad aún mayor del padre de la criatura, a menudo promotor de esta abominación y por lo tanto, más responsable y culpable aún. 

Ahora, dejando de lado el tema de la chiquita y enfocándome en el tema general del aborto: gente, el feto que crece es un ser humano. Punto. Aunque no lo tengamos a la vista, aunque "no le veamos forma", es un ser humano que se desarrolla y crece, desde la concepción hasta su muerte. Por más que los grupos de hembristas me vengan a decir que "la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo", tal falacia, asquerosa e inhumana, oculta la gran verdad: el cuerpo de una mujer termina donde el de su bebé comienza (¿les suena conocida esta frase a otra muy similar que habla de derechos?). Y esa relación, madre/hij@, se convierte en un acto de amor y de entrega, de esas cosas que ya hoy pasaron de moda por el estúpido individualismo que nos hace pensar que el bienestar y la felicidad máxima está en ser feliz conmigo, solito, y el resto que de joda. Por eso es que el embarazo "no es cool". A menudo trae achaques, riesgos de pérdida, dolores, el parto, la lactancia y una responsabilidad de entrega y cuidado para toda la existencia, en medio de una sociedad que castiga la maternidad poniendo en riesgo el trabajo y la estabilidad económica y social de la mujer, y metiéndose en cosas tan absurdas como hasta la "decencia" de dar de mamar en lugares públicos (cuánta morbosidad hay que tener en la mente para eso, por favor). El embarazo implica sacrificarse para que otro tenga vida (a algunos esto nos suena curiosamente conocido). Y cuando escucho que "si los hombres quedaran embarazados el aborto sería legal" (otra falacia, porque se argumenta con un hecho inexistente) me pongo a pensar en que la filosofía que lleva a esa persona a proferir semejante argumento demuestra en el fondo un desprecio absoluto por el milagro más grande que la vida ha permitido en la historia de este mundo: la creación de un ser humano a partir de dos células, que enlazadas, permitirán al género humano continuar su camino histórico.

Retomando (y en esto ni siquiera tengo que mencionar la palabra Dios): a partir de la concepción hay una vida nueva. Esa es una verdad tan científica como la ley de la gravedad o el E=MC2 de Einstein. Píntenlo como gusten, pónganle los adornos que quieran, pero así es. No caben ambigüedades filosóficas ni relativismos retóricos. Una vida que se abre camino ayudada por otra. Una vida en un estado en el que alguna vez estuvimos usted que lee esto y yo que lo escribo. Una vida que debe ser respetada como cualquier otra. ¡Una vida, gente! A estas alturas de la civilización, ¿en serio hay que explicar lo inviolable que es una vida, tras un siglo XX rico en guerras, genocidios y matanzas, cuyas réplicas vivimos en nuestro 2017, hechos que nos hacen llorar con películas, desgarrarnos el alma con noticias de asesinatos crueles y recordarnos que los derechos humanos cifran el derecho a la vida como aquel de donde proceden todos los demás? ¿Cuál es la diferencia entre aquellos y los que se cometen en el vientre de la madre? ¿Que no los vemos y podemos hacernos los majes? A veces me pongo a pensar que si fuera posible que si la mayoría de las madres que van a abortar, fuera capaces de ver antes cómo el cuerpecito de ese bebé es desmembrado, cortado a pedazos como cerdo en carnicería, serían incapaces de llevar a cabo semejante abominación... Y eso sin mencionar a los médicos o gente sin preparación que los llevan a cabo. Esos son peores, porque son conscientes de lo que hacen... Y lo realizan sin asco, llenándose sus bolsillos y propiedades de sangre inocente... y esto en pleno siglo XXI... Como si no nos bastara ya tanta muerte y sangre. Por eso me río cuando escucho a la gente decir que la Iglesia está "pasada de moda" o "es cavernícola"... si apoyar esta máquina inhumana de muerte es ser moderno, entonces prefiero no "progresar" nunca, si a eso se le puede llamar "progreso".

Volviendo al tema de inicio... Puedo entender a la gente que, de buena voluntad, sugiere el aborto como una solución para este caso. No podría, de ninguna forma condenar a la familia de la niña si deciden llevarla a otro país para practicarle ese aborto... realmente habría que estar en sus zapatos para poderlos entender completamente. Tengo que admitir que incluso, si se decide traer al niño al mundo, yo quedo muy preocupado por la salud mental y física de esta pequeña preadolescente. ¡Es tan triste lo que una acción sin conciencia, sin escrúpulos puede heredar como consecuencia, como la del irresponsable este! En fin, este caso es tristemente particular, comparado con los abortos producidos por la irresponsabilidad de gente ya grandecita y en teoría responsable de sus actos (aunque no...) que no usó los anticonceptivos disponibles en el momento de tener relaciones sexuales... Englobando: matar, incluyendo el aborto, nunca es una solución... o al menos no una que per sé lleve a un bien final.

Si la niña debe practicarse un aborto para salvaguardar su propia vida, cuenten con mi apoyo (sería vida vs vida). Si el cuerpo de la niña resiste el embarazo sin sufrir daños físicos perennes, cuenten con mi apoyo. En otro caso simplemente me dedicaré a contemplar y hacer silencio, y ahí sí, pedirle a Dios por esta pequeña, para que algún día cierren tantas heridas juntas, alimentadas por una sociedad que observa y come palomitas de maíz al rededor del sufrimiento del otro.

En lo personal; ¿que no es cool defender la vida? ¿Que la ideología de género, que también suele ser antivida, está de moda? ¿Que a uno lo acusen de troglodita por, simplemente, poner estos temas a debate y elevarlos a la conciencia humana? Pues qué bueno que quienes estamos en una sintonía similar, pensemos diferente, que no nos dejemos llevar por un discurso predominante, que razonemos. Y ojo, que tampoco se trata de instrumentalizar el tema provida como un recurso para atraer votantes en las próximas elecciones (como lo hizo Trump, a quien parece importarle la vida solo mientras esté en el vientre materno; ya afuera, le importa un bledo). La dignidad del ser humano cuenta igual, antes o después del parto, porque el alumbramiento es solo un paso que da la vida y no el inicio de la vida misma. Que esto nos quede a todos muy clarito.

No, escribir de este tema no me hace particularmente feliz. Al contrario, es muy triste, no tiene un solo lado positivo. Pero definitivamente hay que poner puntos sobre las íes en un asunto sobre el que más de uno quiere mantener una capa de invisibilidad, estilo Harry Potter, y que sea cuestión de "una decisión que no me corresponde a mí y que se debe respetar"... como si los asesinatos hubiera que respetarlos por consideración al asesino o al entorno que causó el crimen. No jodás.

Les dejo: "Toda vida es sagrada", de Martín Valverde y Kiki Troia. La idea es hacer reflexionar, no condenar ni asumir posturas moralizantes que nos dividan entre "buenos y malos". Que quede claro.


lunes, 2 de enero de 2017

2016: Todo volvió a marchar :)

Atardecer en el Pacífico guanacasteco.
Les describo mi recibimiento del año, como desde hace mucho tiempo quería hacerlo: en la playa, con las olas rompiendo una y otra vez, a la luz de una fogata en la arena y con la presencia de amigos que el 2016 me permitió recuperar o conocer. Un digno fin para un año que fue muy provechoso. De hecho, diría que es el primer año que podría catalogar como exitoso tras un lapso prolongado de acomodamiento, cierto sufrimiento y pocos logros.

Ese genial juego de pólvora en Playa Brasilito de hace escasas dos horas de este 2017 fue tanto el cierre como la apertura de 12 meses que se presagian prometedores. De una idea alocada, que fue avalada por mi ahijado, Enrique, y su señora, Ananza, nos vinimos para Guanacaste con otro muy querido amigo y exdestinatario de mi muy querida Pastoral Juvenil de La Agonía: Luis Enrique. Con ellos, sus hijos, y la dueña de la casa donde me encuentro, doña Elvira (mamá de Ananza) he vivido la última semana un período que se podría catalogar de relajamiento, pero también, con cierta dosis de retiro espiritual y humano: un alejamiento de mi realidad, un rato de reflexión como hace rato lo quería y un espacio de recargar baterías para un 2017 que se las trae.

Mi oficina en modo panorámico
Tal como les contaba, el 2016 fue, en lo personal, un año muy fructífero. Y aunque no se dieron todas las cosas que hubiera querido que se dieran, Dios sabrá qué permitió y qué me alejó… las respuestas las tendré en el futuro. Sí les puedo decir, sin entrar en mucho detalle para no hacer este comentario muy largo, que el ahora “año pasado” fue un período de muchas enseñanzas, tanto en lo laboral, como en lo personal y en lo social.

Informe del Rector 2015-2016. Este año me tuve que
meter a fondo en el asunto y por dicha todo salió bien.
En lo laboral, fue lindo ver cómo la gente diversa puede ponerse de acuerdo para ejecutar un proyecto común, pese a muchos intentos fallidos en el pasado. Esto me ha motivado para dar lo mejor de mí y para sacar varias iniciativas adelante. Falta camino por recorrer, aún no hemos concluido un largo proceso de reflexión y ejecución, cierto; pero las cosas van saliendo bien, se ven resultados y estamos contentos. Claro, no ha sido perfecto, uno que otro chasco, cierto, enseñanzas que uno va aprendiendo: que no es en todo el mundo que se puede confiar, que más vale ser sagaz que ingenuo, que la espuela y el colmillo se van afilando, cosas "de oficio"que exige la vida profesional. Del lado humano, como trabajador de la UCR podría decir que fue mucho más lo positivo que lo negativo y con eso me quedo.

Otro punto súper positivo fue la experiencia, por primera vez en mi vida, de ser docente de la Escuela que me hizo profesional: Ciencias de la Comunicación Colectiva, también en mi UCR (que cada vez la siento más mía). Tener la posibilidad de enfrentarme a un retador grupo de 25 estudiantes de diferentes carreras y procedencias, quienes, en su mayoría, me hicieron dar lo mejor de mí, fue algo inolvidable. A pesar de que ya había practicado la docencia en universidades privadas, vamos a ser sinceros, esta vivencia fue muy diferente, mucho más retadora y más complaciente: sin excusas de no tener los materiales para desarrollar mis lecciones. En suma, tengo que decir que concluí ese primer
Saray, ¡no te olvidaremos!
semestre académico con una sonrisa, al ver que la mayoría mis estudiantes se llevaron para la casa una visión diferente de la importancia de comunicar tomando como referencia al otro y no a mí mismo, algo que incluso nosotros los comunicadores tendemos a olvidar. Fue genial y se creó una linda energía entre ellos y yo. El punto triste de todo esto, y diría que mi 2016, como se los describí en el post anterior, fue el fallecimiento de mi querida exalumna Saray Ríos, en el lamentable accidente de finales de octubre. Aunque el dolor ha ido sanando con el paso del tiempo, la sensación de zozobra y lamento no cesan cada vez que tengo que pasar por el semáforo peatonal de Derecho. Pero todo esto dejó enseñanzas y, como lo prometí, en su honor no he vuelto a acelerar para “agarrar” un semáforo en amarillo. Espero que su familia haya encontrado paz, principalmente en estas fechas, para seguir adelante.

Para cerrar el año con broche de oro, a mediados de diciembre y justo antes de salir a vacaciones, la UCR me informa que finalmente mi título de maestría del CUEJ -  Universidad de Estrasburgo fue reconocido (cinco años después de haberlo obtenido…). Cuántas piedras e inversiones de tiempo y moneda para llegar a eso y por fin se dio. Otra bendición que, espero, me abra las puertas a más éxitos en el futuro.

María Paula y Mateo en una de esas coincidencias
en casa de los abuelos :)
En lo personal, el 2016 me dejó un año intenso como hijo, hermano, cuñado y sin buena suegra (jeje), pero en especial, mi rol como tío quedó más que probado una y otra vez. Tengo un par de enanos que disfruto montones (y que, curiosamente, rara vez coinciden, aunque eso no deja de ser bueno, así me puedo dedicar por entero a una y al otro con tranquilidad). Esto de tener sobrinos es una bendición, un destape de risa: es súper cómico verlos cómo van descubriendo secretos del vivir, cómo desarrollan su lógica y sus sentimientos. Desde ya me hacen sentir muy orgulloso y estoy seguro de que tanto para Mateo como para María Paula, quien comienza en este 2017 su vida lectiva, lo que se viene será de mucho aprendizaje. Bendito sea Dios.

Yo intentando moler maíz estilo Cabécar... fue imposible.
El 2016 también me permitió hacer una serie de viajes que siempre quise realizar y que, por A o por B, no pude antes. Empecé desde enero viniendo a mi querida Guanacaste con tías y primos y rápidamente pude volver con mis papás, con quienes también compartí viajes al Caribe y a una reserva indígena, además de poder disfrutar de las ballenas en Punta Uvita. Con amigos visité Barra Honda y Monteverde, así como Isla Tortuga. Y aunque no fue vacacional, la posibilidad de ir a Quito, Ecuador, a un simposio de comunicación y de paso darme un rápido vueltín por la capital de ese hermoso país sudamericano, hizo que mi año tuviera su cuota de internacionalidad, a la vez que aprendí mucho en las conferencias, conocimiento que después pude aportar a mi trabajo. También, bendito sea Dios.

Comunidad Sígueme en una actividad extracurricular.
Pero quizá lo más importante, más allá de la salud de la familia y de mis amigos, fue por fin ver cumplido un sueño que anhelaba desde hace más de 10 años: conformar una comunidad católica de adultos jóvenes, donde todos seamos iguales y pudiéramos caminar todos juntos, aprender unos de otros, fortalecer la fe, discutir sin pelos en la lengua temas teologales y humanos, y, en definitiva, sentirnos como hermanos, al punto de confiarnos experiencias de vida que podrían catalogarse de duras, pero también aleccionadoras. Si bien esta sensación la viví de forma efímera en el 2012, hasta que una persona se encargó de destartalarla, es gracias a la apertura de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Heredia y de su “capitán”, mi muy querido amigo el padre Álvaro Sáenz, que este sueño se hizo realidad. Y, para mejorar el panorama, resulta que no solo yo lo percibo así: las más de 20 personas que conformamos la Comunidad Sígueme expresan palabras similares a las mías. Realmente, otra bendición de Dios, un proyecto que siempre fue de Él, y que, por medio de ese simple servidor y de otros que se atrevieron a construirlo, pudo ver la luz. Lo importante es que sirve toda una comunidad, ya da frutos, y eso me sobre anima a creer que este 2017 traerá muchas gratas sorpresas en lo espiritual, retiro incluido, algo que también deseo desde la última vez que tuve una experiencia similar, allá por el 2008 (si mal no recuerdo).

Y en lo social, para ligarlo con lo anterior y con lo primero, este fue un año para afianzar viejas amistades que, por ahí, habían quedado algo relegadas. Muchos felices reencuentros, personas que han llegado “de la nada” a aportar y a enseñarme de la vida. Pero también con gente que ha seguido conmigo, acompañándome y mostrándome lo importante que es su compañía… en fin, no puedo más que agradecer al Señor el don de la amistad que en algunos momentos quedó lesionado pero que, hoy por hoy, está en vías de fortalecerse. Espero también yo poder corresponder al mismo afecto. No digo nombres porque temo que alguien quede por fuera, pero si se siente identificado, sabrá que a usted lo tenía en mente al escribir estas líneas.

Posiblemente de las mejores fotos que tomé el año
que terminó.
Al 2017 le tengo muchas ganas. Este es un año que promete cosas muy bonitas y que, de las manos de Dios, se irán o no dando: proyectos como ser profesor, ahora sí, del programa de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, poner en práctica mis conocimientos de la maestría en Estrasburgo y darlos al servicio de la escuela que me formó. Tan retador como alentador.

Este año también promete mi regreso a Francia (gracias a un vuelo sumamente barato que tiró Air Canadá) aunque sea por solo unos pocos días. Una boda de una de mis mejores amigas del otro lado del Atlántico me llevará, si Dios quiere, a ver a mis muy queridos compas del CUEJ, a quienes no he podido ver en los últimos 5 años ya… y de paso, si todo se da, poder conocer Canadá (aunque sea un día). Será un viaje cansado, corto, pero suficiente para darme cuenta que lo vivido del 2009 al 2011 no fue producto de mi imaginación y que realmente pasó. Creo que si hasta ahora puedo hacer este viaje es porque antes mi estado anímico se habría derrumbado. Me parece que ahora sí estoy preparado para eso. Me encantaría también poder tener una o dos visitas de ellos a Costa Rica en el transcurso del 2017… ya veremos. Además, hay una posibilidad adicional de hacer algo en Semana Santa que siempre he querido hacer… ya les contaré.

Este año también promete buenos resultados para la Sele.
Ojalá y así sea.
Realmente no tengo mucho más qué adelantarles para este 2017. La vida me ha ido enseñando, a golpes y moretones, a vivirla paso a paso y sin adelantarme. Hipócrita sería decir que no siento ciertas presiones en diferentes campos, pero he ido entendiendo que las cosas se dan, si se tienen que dar, en su momento, ni antes ni después. La posibilidad de encender motores para mi gran sueño actual, construir mi casa propia, me ilusiona pero no me roba el sueño. Me encantaría pensar que el comentario del año nuevo del 2019 lo pueda hacer desde mi casita, pero tampoco me acongoja. Como les dije, si tiene que ser, será como todo lo demás.

Sobre el país y el mundo, para no hacer esto demasiado largo, sí les puedo decir que el 2016 tiene pinta de no haber sido un buen año. Me preocupa y aterroriza sobremanera el giro que están dando las cosas en la globalización, el aumento de la popularidad del nacionalismo, el incremento en la discriminación “al otro”, la problemática del terrorismo, alimentado por el malnacido comercio de guerra; el distanciamiento ante el dolor humano producto de esa podredumbre llamada postmodernismo y, en fin, las ganas de dejarme yo mi tajada, a costas de que al otro no le quede ni un trocito. La humanidad va cada vez peor, me temo, y si seguimos así podríamos repetir escenarios que toda la vida nos escandalizaron. Ojalá que como especie aprendamos de las estupideces hechas en el pasado y no permitamos exabruptos fanáticos. Los alemanes tienen mucho que enseñarnos en este aspecto.

En la mitad del mundo: Ecuador.
Y ojo, que más allá de si en los últimos 12 meses murieron muchos “famosos”, me preocupan más aquellos muertos, anónimos e inocentes, de los que pocos hablamos y que son quienes más me duelen. Lo que vivió Alepo, por mencionar un ejemplo, nos debe cuestionar a todos como humanidad sobre el papel que están tomando nuestros líderes para evitar genocidios y holocaustos modernos. La humanidad, con sus adelantos en toda materia, ya no debería permitirse semejantes abusos. Dan asco. O exigimos y golpeamos mesas y conciencias, o simplemente después no tendremos autoridad moral para lamentarnos hipócritamente por tantas muertes y desastres.

En el país espero que este sea un año en que al gobierno lo dejen gobernar y también “se deje” gobernar. He sentido que el apoyo a Luis Guillermo ha venido en aumento desde su muy buen accionar para atender la emergencia del huracán Otto. Pero más que “dejarlo”, se trata de hacer patria llegando a consensos, algo que se dificulta por los primeros fuegos electorales rumbo a la temida y desconocida noche del domingo 4 de febrero del 2018, donde hoy por hoy, cualquier cosa puede pasar, aunque yo ya tengo mi pronóstico… pero de eso hablaremos más tarde este año. La crisis fiscal es otro asunto que me tiene en vilo y espero no ser miembro de una minoría... de esto también tenemos que informarnos y tomar cartas en el asunto. Ayer.

A pesar de todo lo anterior, de que el panorama pinta lúgubre, mal haríamos si no reconocemos también la belleza del amor y la hermandad que resplandecen aún más en un escenario como el que acabo de esbozar. Soy un convencido de que, de no ser por la gente buena, este mundo ya se habría ido al carajo hace tiempo. De ahí la importancia de no desfallecer. La muy quemada pero cierta frase de que la esperanza es lo último que se pierde se torna cada vez más certera.

Y ya, listo, en un resumen muy resumido creo que toqué los temas más relevantes que les quería contar. Les deseo a todos que disfruten la vida, a pesar de sus pesares, que no le teman al futuro y que cancelen las deudas con el pasado que no dejan avanzar. Créanme, este fue un año para hacer eso y me dio muy buenos resultados.

Bendiciones para usted que cree y para usted que no, la mejor de las vibras.

Que tenga un excelente 2017.

Pablo.

Y para recalcar que no todo está perdido, aquí les dejo, de Gloria Estefan y con cariño: Navidad. Si le pone atención a la letra, creo que es más actual que nunca, con todo y Trump, Daesh, refugiados que mueren en el mar y la xenofobia que campea por doquier.


lunes, 31 de octubre de 2016

Las lecciones de Saray

Me atormenta la idea de que una muchacha de tan corta edad y con tanta humildad, esfuerzo, sinceridad y valentía, desaparezca de este mundo en términos de segundos. Casi diría que no es justo.

Saray fue una de esas muchas personas que todos conocemos de las que, aunque no llegamos a tener una comunicación muy profunda o un conocimiento claro de ellas, sí sabemos que son buenas y que pasan por la vida queriendo hacer el bien. Esa era Saray y así resultó poder ser definida no solo por mí, sino también por sus excompañeros del Seminario de comunicación para otras carreras, de la UCR, del cual fui profesor de marzo a julio. Una linda experiencia.

A Saray la recuerdo muy callada, pero no por eso desinteresada o poco participativa. Le gustaba poner atención y en sus trabajos había un evidente esfuerzo por hacer las cosas bien. No fue una de las que llegaba a calentar el campo y solo preguntaba si tenía una interrogante retadora para su “profe”, como ella me decía. Eso sí, no era tacaña para dar su sonrisa dulce y mirada tierna. Realmente, como ustedes pueden ver, dejó huella en mi memoria y en la de los otros estudiantes.

Cuando Nicole, otra de mis exalumnas, me mandó un mensaje para decirme que era Saray quien había fallecido el pasado miércoles en la noche, simplemente no lo quise creer. Quería aferrarme a la idea de que había sido una estudiante de medicina, como varios medios lo informaron (mal, para variar). Al final, la rectificación en un par de sitios web me terminó de echar un balde de agua fría. Era ella, la misma sonrisa, los mismos ojos…

Ya de por sí era horrible la sensación de saber que una estudiante de la UCR había fallecido en la acera de ese semáforo, que tantas veces usamos todos los que hemos estudiado y trabajado en la U para pasar al otro lado de la carretera de circunvalación frente a Derecho. Pero el saber que se trataba de una persona que inspiraba cariño y sencillez, que la había visto el semestre pasado todos los martes en la tarde, durante tres horas, me golpeó al punto de que aún hoy domingo 30 de octubre, al escribir estas líneas, no salgo del dolor y del estupor. Saray ya no está con nosotros. Se fue al cielo a vivir con ese Dios que ella, desde sus tiendas, adoraba y servía.

Y uno se pregunta, muy humanamente, "¿por qué?" Misma pregunta que se hacen familiares y amigos de tantos costarricenses que mueren al año víctimas de un asesinato o de un accidente de tránsito. Y obviamente, los que creemos, levantamos la vista a Dios y hasta lo queremos responsabilizar a veces de lo ocurrido… como si Dios estuviera jugando desde arriba con nosotros como marionetas. La verdad es que Él no quiere que estas cosas pasen, estoy seguro, pero parte de la libertad que nos dio involucra acabar con su creación o ser acabados por ella. Y eso incluye, también, morir o matar.

Saray formó parte del Programa de Voluntariado de la UCR
La ida de Saray no se puede quedar para nosotros (especialmente para quienes la conocimos) como un triste acontecimiento que tendremos que sobrellevar y que finalmente olvidaremos cuando el tiempo pase - cosa que será imposible porque la recordaré siempre que maneje o camine por esa acera -. Su partida, tan amarga como abrupta, me deja muchas lecciones, más y mejores de las que, posiblemente, pude enseñarle yo como su profesor.

La primera y más evidente: conducir con precaución. Manejar con el tiempo se vuelve casi un asunto instintivo y hasta automático. Y aunque nunca he cometido una irresponsabilidad tan grande como la del tipo que chocó y luego cayó con su carro encima de Saray y su amigo, no voy a jugar de santo inmaculado; y sí, en algún momento he acelerado para alcanzar el semáforo antes de que se ponga en rojo. En general, si la circunstancia me duele, debo hacer todo lo posible por no ocasionarle un sufrimiento similar a nadie (lo cual incluye también no ser yo la víctima producto de una imprudencia propia).

La segunda, y tal vez la más importante: nadie tiene su vida asegurada. No sabemos cuándo nos van a venir a buscar. La muerte es parte de la vida y puede darse en cualquier momento. Como dato curioso, Saray me contactó por Whatsapp hace 15 días para saber detalles del proceso de contratación en la U. Me alegró mucho saber que ya estaba con la tesis y que vivía de nuevo en Limón. Y, de pronto, su vida en este mundo se apagó. Eso lleva a que uno mismo se cuestione: ¿Si muriera mañana, habré vivido como yo quise? ¿Habré hecho el bien que quería? ¿Habré amado como mucha gente lo mereció? ¿Habré disfrutado de la vida? ¿Habré dado demasiada importancia a cosas realmente superfluas? No me cabe duda de que dedicamos demasiado tiempo en nuestra vida a temas que, la verdad, son totalmente prescindibles. Se nos va la existencia pensando en tener, en usar, en gastar, en invertir… pero qué poco usamos para vivir. La maldita posmodernidad y el afán del éxito individual que nos hace sentir dioses son los responsables.

Saray también me enseñó a que lo bueno nuestro es lo que se queda con la gente. Y en este sentido, su humildad, sencillez, carisma, simpatía y esfuerzo es lo que yo guardo de ella. Como dije al principio, si hubiera sido otro tipo de estudiante, uno posiblemente se vea golpeado por la noticia, pero hasta ahí… No obstante, una persona como ella, con ese tipo de chispa y de actitud, definitivamente logra impactar la vida de uno, aunque sea de una forma muy básica.

Y, en la fe, Saray me dejó la lección de que debemos estar preparados para cuando nos llamen al encuentro definitivo con Cristo. Aunque no compartiéramos la misma religión (yo católico, ella evangélica), era evidente su pasión por Dios. Dejó de hacer en una ocasión un trabajo por una actividad religiosa. Muchos universitarios verían esto como una imprudencia o incluso vagabundería. Yo creo que ella sabía perfectamente dónde estaba su tesoro. Eso me reconforta bastante para imaginar que Saray no solo no dejó de existir, sino que está con quien le daba sentido a su existencia.

Así que, ya ven, Saray y su trágica muerte, con poquito me enseñaron mucho. Queda en mí y también en usted ver qué echa para su saco.

Descansá en paz, mi estimada. Nos volveremos a ver, algún día… o al menos eso espero yo. Con todo el corazón y el dolor de tu partida, tu “profe”. 

Mucha fuerza a sus familiares y amigos, que si yo lo he sufrido, no imagino cuánto más ellos que realmente la conocieron y la amaron.


viernes, 15 de abril de 2016

Spotlight: el grito desesperado de los inocentes

Acabo de ver Spotlight y durante toda la película resonó en mi cabeza esta cita bíblica:


“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños”. Lucas 17,1-2

Es como si Jesús mismo, con una frase a todas luces hiperbólica pero enfatizando el asco que tales escándalos le producirían, nos hubiera advertido de todo esto 2 mil años atrás. El Maestro sabía perfectamente de la debilidad humana, de la corrupción y del poder del pecado… y por eso mismo hizo esta advertencia, justamente dirigida a aquellos que “escandalicen” (ni siquiera hace falta mencionar la palabra “abusen”) a estos pequeños. Basta con "provocar un sobresalto" para que la advertencia quede en firme.

Soy católico practicante. Soy periodista, también practicante. Soy un amante a profundidad del periodismo de investigación. Alguna vez lo practiqué y la adrenalina que se siente cuando uno tiene un caso donde se vincula a alguien con algo puede ser mayor a la de cualquier montaña rusa. Por eso en Spotlight me sentí identificado, golpeado y sumergido por todo lado.

Como católico tengo que dar gracias a Dios de que una película así viera la luz, porque es la primera vez que la versión de los abusados llega a mis manos. Hasta ahora solo había escuchado de las acusaciones contra curas y obispos que habían ocultado grandes escándalos, pero nunca, jamás, oí la versión de alguien que sufriera uno de esos abusos.

Claro que duele. Duele que, como ha dicho el papa Francisco en múltiples ocasiones, aquellos que fueron asignados por Dios para ser cuidados, hayan sido violentados, subyugados, aprovechándose de una situación de poder para ser marcados para toda la vida.

Hay una frase en la película del tipo que se encarga de reunir a las familias de los "sobrevivientes" (las personas abusadas) que me pareció avasalladora. Dice así:

"Es importante saber que cuando un sacerdote te abusa, el abuso no es solo físico, es también espiritual. Te está robando la fe".

Eso duele aún más. No es solo el despojo a la dignidad por parte de aquellos pastores (lobos con piel de oveja), sino también que este pecado, este crimen maloliente, sea capaz de alejar a estas víctimas del amor de Dios, de la confianza en la Iglesia, incluso de una vida espiritual que da sentido y trascendencia a la vida.

Por eso es que no se puede concebir que haya gente dentro de la Iglesia (y no hablo solo del clero) que proteja y esconda abusos sexuales, menos aún si se trata de menores. La película deja claro que el perfil de las principales víctimas se constituía por niños provenientes de familias de escasos recursos de Boston. Los más débiles, los más vulnerables, los que tenían menos voz fueron los más perjudicados. Todo ello no es solo anticatólico, sino también anticristiano y principalmente antihumano.

No existe excusa de “pobrecito” o del “qué dirán” o de “la imagen de la Iglesia” que justifique semejante atrocidad. ¿Que no solo entre los curas hay pederastia? Cierto. Pero ese argumento no nos sirve para eximir la responsabilidad de los presbíteros, que deben ser los primeros en dar el ejemplo del camino del amor según Dios. Menos aún si había todo un sistema para ocultar a los responsables y que solo servía para que sus abusos continuaran en otros sitios. De espanto.

Foto del verdadero cardenal Law. Un tipo que debería 
estar tras las rejas.
La Iglesia denuncia el aborto y tiene mil razones para hacerlo. Pero la vida hay que protegerla no solo dentro del vientre de la madre, sino también afuera. Y este tipo de abusos, horribles, son capaces de acabar con la vida espiritual, material y hasta física de sus víctimas. Seríamos hipócritas, con un doble discurso del tamaño de la Basílica de San Pedro, si nos quedáramos callados ante tanta abominación.

Esto me da pie para otra reflexión que me venía a la mente y en la que Spotlight hace hincapié a cada rato: ¿y el resto de la gente? ¿Qué? ¿Nadie vio o supo nada? Me conforta que en la película el obispo auxiliar de Boston tuvo las agallas para denunciar el tema… pero parece que se quedó solo. ¿Y el resto? ¿Y la feligresía? ¿Y esa práctica horrible de las familias de las víctimas de vender su silencio, como si el abuso sexual pudiera convertirse en mercancía? (Aunque no los juzgo del todo, habría que estar en sus zapatos para sentir la presión ejercida desde la jerarquía). El propio Boston Globe fue cómplice al no dar seguimiento a este caso en 1993 y el filme así lo evidencia. Silencio por doquier.

Desgraciadamente, durante años, este modus operandi se mantuvo para proteger a pedófilos que nada tienen que ver con el mensaje del Evangelio y a la “buena imagen” de la Iglesia, sin saber o sin querer saber que ese silencio se transformaría en una bomba de tiempo. ¿Verdad que se le revuelve a uno la panza imaginándose si estas cosas sucedían con la misma o mayor frecuencia antes, a saber cuánto tiempo atrás?

Ahora, en esto cuidado, porque todos podríamos tener techo de vidrio: ¿somos capaces de denunciar un hecho similar a este si está en nuestro entorno, incluso cuando toque familiares, amigos o personas a las que les tenemos cariño o respeto? ¿Es usted de los que llama a la policía si escucha de agresiones en una familia, de los que denuncia la venta ilegal de drogas, de los que se aparta e informa si existe alguna anomalía ética en su lugar de trabajo? En otras palabras ¿promueve usted la honestidad, la transparencia y la búsqueda de la verdad? Si en alguna de las preguntas anteriores respondió “mmmmnnnoooo…” revísese antes de criticar, pues la hipocresía que señala con el índice podría devolvérsele con tres dedos hacia usted.

La película da datos que podrían ser alarmantes: 6% de curas de Boston abusando de niños. Casi 250 acusados en total. Eso podría servir para generalizar y decir que “en todos lados es lo mismo”. La verdad no me atrevería a hacer semejante afirmación, máxime cuando yo tengo muchos amigos sacerdotes, he estado a solas con ellos y lo más que he compartido son bromas y momentos espirituales. Jamás he recibido de nadie proposición alguna que se pudiera considerar como “indecorosa” o invitando a algún acto sexual. Gracias a Dios no ha sido así. No puedo imaginar el golpe que hubiera significado para mi fe algo similar. Los curas buenos son la gran mayoría. 

Esta situación me duele principalmente por ellos. Porque son gente de bien, muchos sin mayor lujo ni vida muy confortable. Algunos viven una soledad terrible, pero se trata de gente que le ha creído a Dios, que se han entregado a Él y que se exponen a críticas, señalamientos y chotas que hieren su propio ser y existencia… y aún así no renuncian a hacer el bien y a guiar al pueblo, misión para la que han sido llamados. Ellos no merecen ser generalizados, así como un musulmán no merece ser tratado como terrorista solo por la culpa de unos cuantos idiotas que ponen bombas en nombre de un dios que ellos ni conocen.

Escena de la película
Como periodista, Spotlight también me aportó. Me recordó que, sea donde sea que me encuentre, si tengo una información entre manos que debe ser conocida, esta debe llegar al público aunque hiera personas o instituciones por las que tengo simpatía. En un periodista no cabe la idea de “mejor no publico porque puede ser problemático para fulanito o tal grupo”. Se publica porque es de interés público y sabiendo que, detrás de esta publicación, se viene un bien para la colectividad. Al final, el periodismo debe ser entendido como un servicio social, contra viento y marea, por más que haya empresas dedicadas a hacer negocios oscuros con sus líneas editoriales, filtrando lo que es conveniente publicar y lo que no (cualquier parecido con la realidad nacional es totalmente a propósito).

Muchas otras cosas más podría decir de la enseñanza que me ha dejado la película ganadora del Oscar de este año. A los católicos, recordar que la Iglesia es de naturaleza pecadora, sin idolatrar ni poner personas en niveles que no les corresponde. No obstante, cuando estas faltas sobrepasan la barrera de lo legal, se convierten en delitos que deben ser juzgados en los tribunales competentes. Que los curas no son ángeles ni extraterrestres, son gente sujeta a equivocarse y a cometer barbaridades como cualquier otro ser humano (aunque claro, uno quisiera que estas cosas jamás pasaran con elegidos por Cristo para consagrar su vida), por lo que es hora de bajarlos del pedestal y ponerlos en el piso como lo que son, hombres con defectos y virtudes, pecadores como yo. Y orar por ellos, pero en ningún caso alcahuetearlos.

Actores y director de Spotlight tras recibir el Oscar.
A los colegas periodistas les diría que es necesario siempre ir hasta el fondo con la verdad y jamás soltarla, por más presiones que tengamos alrededor. Todo periodista debería ser siempre receloso de los hechos y sus pruebas, como dije antes, por más que afecten nuestros propios intereses o preferencias. Uno que haga lo contrario es tan culpable como lo fue la lacra de Law.

Desde Benedicto XVI, quien tomó la decisión de levantarle el fuero a muchos curas, la Iglesia ha venido permitiendo que cientos de ellos sean juzgados y entregados a las autoridades, como corresponde. Con Francisco esa búsqueda se ha endurecido aún más, aunque, siendo sinceros, todavía no somos lo drásticos que deberíamos con este tema y queda mucho trabajo por hacer para que esto no se repita jamàs.

Bien decía San Pablo que “Dios permite todo para el bien de los que le aman” (Romanos 8,28) y sin duda que, si estos casos se ventilaron y fueron puestos en evidencia, así como la actitud pasiva por parte de buena parte del clero, es para que estas porquerías no ocurran nuevamente. El manejo institucional después de cada uno de estos casos no puede seguir siendo el mismo. Algo debió cambiar en nuestras mentes y corazones. La alcahuetería hay que pararla, desde ayer. Para mañana será tarde.

Y como católico, pido a Dios para que estas víctimas encuentren el consuelo que necesiten y para que los culpables sean severamente castigados… con una piedra de moler y que se precipiten al mar… o mejor dicho, con su equivalente jurídico de nuestros días.

¿Quiere ver la película? Haga clic aquí. Disfrútela. A todos nos hace bien verla.

sábado, 30 de enero de 2016

Ser yo mismo para ser feliz y hacer felices a los demás

Hoy me levanté medio reflexivo y empecé a tuitear ideas medio existenciales que siento, valdría la pena compartir por aquí. Ahí les dejo...

- Estoy convencido: la superficialidad y relatividad de nuestros tiempos esta matando, en general, la profundidad en nosotros. #‎solopensando

- Tanta apariencia, tanto preocuparse por el "parecer" y no por el "ser" hace que se nos vaya la vida siendo quienes no somos.

- El problema es que la sociedad de consumo postmoderna no quiere que pensemos e interioricemos. Los espacios de silencio están en extinción.

- Todo está hecho para ser consumido rápidamente, sin preguntas, y desecharse de la misma manera. Nos está jodiendo el entorno y a lo interno.

- Somos hijos de una cultura que busca la felicidad en el objeto y la imagen, en lo que se diga de nosotros. Somos esclavos de nuestro tiempo.

- ...así nunca seremos felices con lo que tenemos. Siempre querremos más sin saber por qué...

- El gran problema es que nuestro ritmo de vida no hará que seamos nunca genuinamente felices. La felicidad no puede provenir de lo externo.

- La felicidad debe provenir de lo interno, de respondernos preguntas básicas en nuestra vida. El problema es que no tenemos tiempo para hacérnoslas.

- Solo cuando entendamos que es desde nosotros mismos que nace el verdadero ser, lo podremos proyectar a los demás y seremos y haremos gente feliz

- Y es ahí cuando el mandamiento del pensamiento cristiano cobra sentido: ama a tu prójimo como a tí mismo.(1/2)

- No se puede amar al otro si ni me amo primero. La condición de empezar por mí mismo es básica para poder entregar mi felicidad a los demás. (2/2)

- Es curioso cómo amor y felicidad son conceptos que van de la mano. Porque aún en momentos difíciles, el amor endulza la tristeza.

- En resumen, respetando religiones e ideologías, tratemos de ser más felices con lo que somos y dejemos de preocuparnos por lo que aparentamos.